domingo, 27 de junio de 2010

Your Name is Justine (Franco de Pena, 2005)

Película que desconocía por completo y es algo francamente comprensible, al igual que desconozco el 99% de las películas que emiten en la sobremesa telefílmica de Antena 3.

Dirigida por el venezolano Franco de Pena, o Peña, el film comienza con una tensa escena en una especie de escuela de carnicería, cuya rectitud académica hace recordar a una suerte de regimiento militar. Puestos en contexto, las primeras impresiones parecen dirigir al humor seco y con tintes surrealistas de cierta cinematografía del Este, o incluso los países nórdicos (la figura de Roy Andersson se me viene a la cabeza por algún extraño motivo, el estilístico no, desde luego). Pero pronto nos damos cuenta de que “Your Name is Justine” no va a seguir esos derroteros, de hecho parece no decantarse por ninguna vía, pues durante todo su metraje se va a establecer un periódico cambio de tono narrativo cada 10 minutos. Así pues, navegamos entre la comedia seca, el melodrama amable, el giro terrorífico, el thriller, el drama extremo con ínfulas de denuncia social, un homenaje a MacGyver, más drama, hastío, inmersión en el convencionalismo más absoluto, la aparición de la estrella europea de turno para vender la película fuera de Polonia, la vuelta al thriller y por fin, las reflexiones cursis delante de una playa desierta con la mirada puesta en el infinito.

Si algo sostiene el interés en “Your Name is Justine”, es la utilización de un recurso extremadamente facilón, aunque no por ello menos legítimo: sostener el peso dramático del film en el rostro de una esforzadísima actriz, a ser posible extremadamente guapa y tierna. El despliegue de facultades de Jale Arikan es tremendo y aguanta con dignidad y naturalidad todas las burradas a las que se ve expuesta durante el metraje de la película. Esfuerzo que resulta en vano por la poca correspondencia que encuentra con los resultados reales de la película y la resolución de ciertas escenas que existen en el conjunto para impactar. Si se pretendía una dura crítica contra la situación de la trata de personas, ésta queda diluida entre intentos de conjuntar la representación de una dolorosa realidad con una vergonzante estilización que ataca las retinas como soluciones artístico-infantiles por parte de Pena/Peña (el piso franco que apesta a diseño de producción con su iluminación calculadamente tétrica y todo, el cabello de Nadenka cayendo a cámara lenta entre copos de nieve,…)

La definitiva caída de “Justine” en su parte final y la constatación final de que existe poco cine y demasiado convencionalismos telefílmicos, constatan la incapacidad de la obra que nos ocupa para imprimir una huella en el espectador (en mi caso, desde luego), en ofrecer una sola imagen perdurable, algo a lo que regresar posteriormente por pura sospecha de que hay superficie sobre la que rascar, en llenar vacíos de forma más significativa que la mera ocupación de su tiempo de visionado. En definitiva, producto de consumo fácil, de bonito envoltorio, con la profundidad de una denuncia social de cualquier telerrealidad de Cuatro.

Perfecta para su aprobación en un festival del nivel del que se celebra en nuestra ciudad.

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